La compañía nació en 1994 de la mano de la propia Maya, que la creó poco antes de retirarse y lo convocó a Tarandá -a quien había conocido en el Bolshoi- para que la dirigiera. Desde entonces, lo que fue una compañía pequeña y humilde en recursos fue creciendo y posicionándose a tal punto que no sólo hoy tiene en el Teatro Novaya Opera, de Moscú, su sede de trabajo y estudio, sino que la integran cuarenta y cinco bailarines que hacen de la perfección técnica y de "la felicidad de bailar" -según las palabras del director- su razón de ser.
La que se verá en Buenos Aires -una de las paradas de la compañía en una extensa gira por América del Sur- será la tercera versión que de Don Quijote hace su director.
-¿Qué lo llevó a hacer tres versiones coreográficas de esta obra? Pienso que todo lo que es tradicional necesariamente se va actualizando con el pasar de los años, deliberadamente o no. Por eso acostumbro a intentar en las obras de repertorio plasmar un lenguaje más actual, para que el público no se aferre o se quede con el mismo espectáculo que ya vio tiempo atrás por otras compañías o también por la mía.
-Según leí, agregó danzas españolas y también incorporó a una cantante de ópera? Suelo pensar la danza clásica desde otras perspectivas, y así poder sorprender al público acostumbrado al ballet tradicional. Lo hago con un poco de flamenco en medio del espectáculo, por ejemplo, o con un pasaje operístico, o un toque de improvisación, un arte que la danza contemporánea practica con naturalidad y en el ballet clásico es tan infrecuente. En el segundo acto aparece una cantante de opera que canta sobre el mar, el cielo, la vida misma. Y no es ninguna música específica; no es en realidad la música lo que buscábamos en ese pasaje, sino la aparición misma de la cantante, esa voz, el efecto tan particular e inesperado que produce.
-¿Cómo reciben los balletómanos los cambios en un clásico como es Don Quijote? El público lo recibe muy bien. En España, donde mostramos este espectáculo por primera vez fuera de Rusia, fue un gran éxito, y ahora en Brasil, ha sido impresionante ver cómo las personas vibran durante las representaciones. Esta nueva versión de Don Quijote es bastante más dinámica, alegre y colorida que la original.
-¿Qué relación tiene en la actualidad Maya con el Ballet? Ella ya está retirada, ya no forma parte activa de nuestro grupo; pero cuando estaba con nosotros -hasta hace 6 años- era la mayor inspiración posible para los bailarines, especialmente para los más jóvenes, llenos de sueños y propósitos, y algo de eso perdura en la compañía, como un espíritu, más allá del trabajo concreto. En lo personal, somos ahora grandes amigos.
-¿Cómo se conocieron? En el Bolshoi, como bailarines. Cuando después de terminar mi carrera allí ella quiso presentar una gala donde pudiera mostrar todo lo que podía dejar como bailarina -ya casi estaba por retirarse- tuve el honor de que me llamara para dirigirla. Fue en ese momento que se creó este Ballet, y ella fue su musa inspiradora.
-¿Cómo definiría a su compañía? Son jóvenes llenos de ideas, que muchas veces me ayudan con sus aportes y nuevas experiencias; son muy disciplinados y dedicados? somos una gran familia. Además, son bailarines de diferentes escuelas, de diferentes lugares, y me gusta así, que sea un equipo heterogéneo, eso genera buenos intercambios. Siempre cuando tengo que seleccionar algún bailarín para sumar a la compañía recorro muchas escuelas y muestras de danza, hasta encontrar al que busco, soy muy cuidadoso, ya que tengo que ser coherente con un staff de muy alto nivel.
-¿Es la primera vez que vienen? Ellos sí, yo estuve varias veces en la Argentina bailando con el Bolshoi -de hecho debuté aquí como solista-, pero dirigiendo el Ballet Imperial es la primera, y estamos muy ansiosos por conocer a su público.
PARA AGENDARDon Quijote, por el Ballet Imperial de Rusia que dirige Gediminas Tarandá.Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125. Mañana y pasado mañana, a las 21. Informes, 4816-5943.
Verónica Pagés
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