
Básicamente el desafío proyectual que el equipo creativo debió afrontar consistió en lograr una mayor sinergia entre los atributos del producto (liviano, natural y con verdadero sabor a frutas) y el modo en que los mismos se manifiestan en sus packagings.
“La anterior estética poseía una gráfica compleja. La cantidad de elementos actuantes no ayudaban a transmitir el imaginario de simpleza, bienestar y calma, en su total dimensión. A través de una reformulación de los elementos intervinientes y de una notable síntesis de uno de sus íconos identificatorios (la hoja), se llegó a un conjunto estético mucho más adecuado, pertinente desde lo conceptual y atractivo desde lo visual”, comentó Pierini.
Un lenguaje limpio (con el logo como protagonista), una fuerte presencia de azul, sinónimo de pureza (como predominante y definidor de línea) y un sutil juego de colores (que aporta vida a la composición y contribuye a la segmentación entre variedades) son las características más distintivas del nuevo packaging.
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